miércoles, 22 de abril de 2009

CHAVO CHÁVEZ


Hay un largo camino desde la pequeña localidad de Sabaneta de Barinas a la presidencia de Venezuela. Un camino que Hugo Chávez ha recorrido contra viento y marea demostrando que se le puede tachar de muchas cosas, pero nunca de cándido, estúpido o imbécil. Nos guste o no, es inteligente en términos generales y estratégico en grado particular. Pero, como suele ocurrir en estos casos, esa inteligencia está dirigida de forma exclusiva a la consecución de sus objetivos y metas personales, fáciles de describir por el común, pero complejas de interpretar, aún por sí mismo.
Chávez es una mezcla espontánea de todas las perversas virtudes que han llevado a oscuros personajes al poder. Podemos encontrar oportunismo, populismo del más barato, manipulación y mentira constante, obcecación, caudillismo y un largo etcétera que le sitúan a igual nivel que otros personajes que acostumbramos a llamar popularmente dictadores. El argentino García Hamilton compara a Chávez con Franco. Ciertamente, la comparación es posible, pero se queda escasa ya que, a diferencia del Little Big Gallego, Chávez ha sabido beber, aunque no lo parezca de fuentes muy diversas aunque todas con un mismo denominador común: personalismo, autocracia, improvisación suicida y, en definitiva, el mejor billete para llevar a un país al desastre y a la pérdida de su identidad. Pero, de igual forma, Chávez hace gala de una sutil inteligencia estratégica que le permite circular por la frontera que separa a lo político y moralmente reprobable de lo humanamente abominable. Confiesa su pasión por Fidel Castro, pero en realidad apenas si tiene puntos de contacto porque el Chavismo es algo que ni el propio Chávez es capaz de definir, improvisación continua a la vista del discurrir de los acontecimientos.
Calificar a Chávez de payaso, perturbado, asesino o cualquier otra lindeza que se nos ocurra sobre la marcha, es una pésima estrategia que sólo conduce a la justificación de una ceguera colectiva como la que viven las capas más humildes de la sociedad venezolana. Chávez es frio y calculador en su estrategia general aunque todo ello quede camuflado por sus espontaneas improvisaciones. Sabe hacer un uso magistral del otro, principio básico en política y generación de poder. Conoce a la perfección todos los resortes emocionales basados en la frustración, postración y fatalismo que acompaña a buena parte de las sociedades latino americanas. Es un virtuoso a la hora de sacar partido a las cuentas pendientes que esas capas sociales han ido generando desde hace ya más de dos siglos.
“El triángulo, ustedes tienen que ser sabios, tenemos que estudiar mucho la política verdadera, por eso es que no es la política esa de cuántos diputados voy a tener yo y cuántos gobernadores y cuánto es la cuota mía, no chico eso no, eso tiene que pasar, esa es la Cuarta República viva, el reparto, las tajadas”. (Discurso de Creación del PSUV, Chávez Frías, 2006).
La invocación al futuro, la condena al pasado inmediato, la exaltación del Salvador, estos son los mecanismos que maneja Chávez una y otra vez, poniendo nombre y apellido a los miedos y temores, señalando descaradamente con el dedo al culpable de la desgracia nacional. Todo ello, no es sólo una emulación de algo tan elemental aunque efectivo como fue el franquismo. Chávez sabe jugar a la perfección con el miedo y la incertidumbre, el rencor arcaico y la venganza, los sueños y deseos de una buena parte de la sociedad venezolana.
“…las batallas que tengan que venir, las enfrentaremos las liberaremos con altura, con grandeza del pueblo digno de Simón Bolívar, y ofrendaremos a la Patria nuestras victorias, ofrendaremos a nuestros hijos, a los hijos de nuestros hijos, a las futuras generaciones la victoria, el camino de la victoria”. (Discurso de Creación del PSUV, Chávez Frías, 2006).
Chávez pasará como pasan los años, pero dejará una huella difícil de olvidar. Un legado de vergüenza para quienes lo siguieron en esas “misiones de la patria bolivariana” que tienen como final el ancho y lejano mundo. Un legado de humillación para la clase política opositora, incapaz de reaccionar frente al pesado fardo del pasado. Pero, en cualquier caso, Chávez pasará y Sabaneta de Barinas será de nuevo engullida por el olvido porque el Comandante no tiene quien le escriba.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Amigo, no sabía de su espacio, pero este perfil me parece genial.
Juan Alfredo Borin

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